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Noches en vela... Padres al borde de un ataque de nervios

El sueño es una parte de la vida de los bebés que hace correr ríos de sangre... No en vano es uno de los campos en los que se registran posturas más diferentes. Las nuevas teorías son opuestas a las antiguas, y las viejas costumbres vuelven a entrar en escena. Así los resultados nunca están a la altura de las esperanzas...

6 minutos leer Nov 25, 2015

Padres al borde de un ataque de nervios

Tu bebé está en plena forma y te da mil satisfacciones. Los problemas aparecen cuando llega la hora de acostarlo. Seguramente habrás leído más de un libro sobre el sueño de los bebés, aunque no siempre hayas entendido sus tesis:

1. ¿Qué hacer la noche que se pone a gritar nada más acunarlo a pesar de la linterna mágica y de los osos de peluche con música?
2. ¿Qué hacer cuando sales de su habitación después de una hora o dos cantando canciones de cuna (compartiendo esfuerzos con el padre) y se despierta llorando nada más al cruzar la puerta?
3. ¿Cómo acostar a un bebé que tiene ganas de jugar pasada la medianoche y que se agarra a ti y patalea cuando te acercas tranquilamente a su cama?
4. ¿Cómo poner fin a los llantos que te despiertan tres veces cada noche cuando el niño ya ha superado hace tiempo la edad de las tomas nocturnas?

Si te encuentras en alguna de estas situaciones, es muy posible que estés irritable, que te sientas cansada (o cansado) en el trabajo durante las primeras horas de la tarde y que estés distraída (o distraído) y somnolienta (o somnoliento) por la noche. El más mínimo detalle basta para que uno de los dos salte. La pareja está al borde del naufragio. Después de la cena, arrastras tu alma hasta la habitación de tu precioso hijo, que parece intentar saltar en su camita, con los cachetes colorados, llorando. ¿Qué dice ahora exactamente? Parece una especie de encantamiento, que se adapta al ritmo de sus brincos. Le escuchas con más atención: "¡CAMA NO, CAMA NO, CAMA NO!"

En el mundo hay dos tipos de personas: los padres de los bebés que duermen y tú.

Te mortifica oír por todas partes padres que cuentan que sus hijos no les despiertan nunca por la noche, porque entienden que el sueño de los padres es sagrado. Padres que propagan un mito fundacional, una historia milagrosa: parece mentira pero se despertaba todas las noches hasta que un día... Padres que contemplan tu rostro agotado y tus ojeras con desaprobación. Tienes la sensación de que nadie te entiende.

Te habían dicho que todo pasaría. Lo has intentado con todos los métodos habidos y por haber:

1. Contar los minutos (en el caso de los lactantes): la primera noche, dejas que llore 2 minutos y vas a verlo; la segunda noche, lo dejas llorar 5 minutos y vas; la tercera, 10 minutos y vas. Pero no hubo cuarta noche: entonces ya habías renunciado a tanto número.
2. El peluche que imita los ruidos intrauterinos junto a la almohada.
3. El poder de convicción “Esta noche, tesoro, vas a dormir como un ángel, porque papá y mamá están muy cansados, y vas a portarte muy pero que muy bien...”
4. Los oídos sordos: nada de levantarse, que llore todo lo que quiera. El único problema es que no has podido cerrar los ojos, porque ha pasado hora y media desgañitándose y al final te has prometido no repetir una experiencia tan salvaje.

Quizá yo tenga la culpa de que no duerma... ¿Es posible?

Un día, una amiga cargada de buenas intenciones te soltó: si no duerme es porque tú no quieres que duerma. Estas palabras te indignaron. ¡Cómo no! Si tu bebé se despierta todas las noches, ¿cómo va a ser culpa tuya?

Lo único que te faltaba: una buena dosis de sentimiento de culpabilidad. Así por lo menos tendrás un buen motivo para no poder dormir por la noche. No te desanimes. Son muchos los factores responsables de estos despertares nocturnos o de los problemas para dormirse. Su sensibilidad y la tuya, sus relaciones, su patrón de sueño en general y el suyo en particular...Todos estos factores intervienen, aunque a menudo de forma invisible y subliminal. ¡A ver quién es el listo que da con la tecla correcta! Una de las apuestas seguras es sin duda la dificultad de separarse: un bebé se despierta por la noche para recuperar la presencia de la madre, o de sus padres, y si no se duerme al ir a la cama es porque no quiere separarse de ellos. Y también es cierto que puede ser especialmente sensible a nuestras contradicciones: si en el fondo dudamos de si separarnos de él, tendrá tendencia a presionar más…

Dormir separados: una novedad reciente.

La práctica de separar a los niños de los padres cuando llega la hora de acostarse es bastante moderna. Durante siglos, la habitación era un espacio compartido. En casa de las familias ricas, la cama de la niñera estaba en la habitación de los niños. Los bebés nunca estaban solos. En la mayoría de las sociedades tradicionales, no existe la habitación del bebé. Las casas modernas tienden a dar cada vez más importancia a la intimidad (y el aislamiento) de las personas. Aunque es habitual que los padres tengan la cuna del bebé en su habitación durante los primeros meses, la tendencia es la separación: cuanto antes mejor. Sin embargo, sus detractores se oponen con decisión: los partidarios del denominado “co-sleeping” apuestan por un sueño compartido entre padres y bebés. El niño decidirá cuándo es el momento de irse a la cama solo.

En Japón, el bebé dispone tradicionalmente de una cama propia desde su nacimiento, justo al lado de la cama de la madre. Esta filosofía considera que cada ser que llega al mundo debe tener su propia cama, un lugar pensado específicamente para su descanso, un lugar acogedor. Sin embargo, a los pocos meses, cuando el bebé crece y empieza a manifestar sus necesidades, empieza a dormir en brazos de su madre, hasta que nace un nuevo bebé. Entonces puede dormir con su padre o bien con una hermana mayor. En Japón, por tanto, nadie quiere dormir solo.

Cada uno a lo suyo…

Cada persona debe decidir lo que más le conviene. Es importante no tener miedo de "los malos hábitos": un bebé que necesite tu presencia para dormirse no tiene por qué convertirse necesariamente en un niño dependiente, incapaz de dormirse sin su madre en el futuro. Al contrario: es posible enseñarle poco a poco la necesidad de separarse. Los niños cambian y los despertares nocturnos a menudo desaparecen como por arte de magia, sin hacer nada en especial. ¿Cuál es entonces la solución? Pues no hay ninguna varita mágica, sólo paciencia, tranquilidad y tener la confianza de que nada dura para siempre.

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